ASESINOS DE LO HABITUAL

martes, 23 de septiembre de 2014

Como dos hombres rompieron la tranquilidad de un pueblo


Años atrás Truman Capote empezó a escribir "A Sangre Fría", la historia de dos asesinos de lo cotidiano. En una pequeña ciudad en Kansas, Estados Unidos, una familia vivía los últimos días de su vida. Dick Hickock y Perry Smith entraron a la casa de los Cuttler a la fuerza. Amarraron a la familia y luego de no encontrar el dinero prometido empezaron a asesinarlos uno por uno en diferentes lugares de la casa. Los esposos y sus dos hijos fueron hallados muertos al día siguiente por una amiga de su hija. Que horrible sensación encontrar cuerpos sin vida. Los asesinos ya estaban lejos del lugar.



Truman Capote, un periodista y escritor, muy famoso en la época. Encontró en un periódico el hecho. Narrado como toda noticia, con los datos importantes que se encontraron. Inmediatamente se sintió intrigado por este y decidió investigarlo. Necesitaba encontrar muchísima información y requeriría ayuda. Llamó entonces a su mejor amiga, la escritora Harper Lee. Viajaron hasta el pueblo de Holcomb. Sin lugar a dudas, un pueblito rural donde no pasaba nada. Han oído alguna vez de esa frase... estancado en el tiempo. Pues así se quedó esta comunidad con los sucesos de aquella noche en 1959. Una horrorosa tragedia de la cual nadie quería hablar. Capote y Lee se las vieron negras para poder conseguir información, pues gracias a lo extravagante de la vestimenta de Capote, la gente lo veía como extranjero. Para una comunidad sumergida en el templo de Dios, era muy difícil concebir esta clase de maldad.



Después de varios maromas, Capote y Lee empezaron con la investigación. Poco a poco ganándose la confianza de los integrantes de Holcomb. Incluso del jefe de policía, quién se convierte en un gran admirador de las obras de Capote. Con estos nuevos aliados, pueden avanzar con la crónica dándose cuenta de que la historia podía convertirse en libro. Desde el primero momento Capote aclaró que está sería su mejor obra hasta el momento. Pero él quería ir más allá de recopilar datos y fotos. Necesitaba encontrarse cara a cara con la maldad.



Como es conocido, cuando un periodista quiere algo se va a valer de todos los favores y conocidos que encuentre para conseguirlo. Así fue como logró encontrarse con los asesinos cara a cara luego de que fueran capturados en Las Vegas. Gracias a un convicto que los traicionó pudieron determinar quiénes eran los culpables del horror. Y Capote pudo encontrar la oportunidad para entablar el primer contacto.

Pasaban las horas y los días entre las conversaciones que tenían Capote y Smith. Lo que quería el escritor era ganarse la confianza de los asesinos para conocer la verdad que aún era imprecisa. Mientras escribía el libro y se jactaba de lo bien que iba la historia. Capote y Smith empezaron a entablar una relación más cercanas. Incluso se encariñaron el uno con el otro. Ahora lo que necesitaba Capote era tiempo, pues se les había condenado a pena de muerte.



Con el tiempo en su contra, Capote contrató un abogado que los ayudaría a apelar la sentencia. Luego de dos apelaciones, no lograron salir invictos de la pena de muerte. Cuando Capote se dio cuenta de su encariñamiento, intentó huir para terminar el libro objetivamente. Pero Smith desde su celda aún le escribía cartas. En el extranjero y luego de un año de no ver a los asesinos, lo visita Harper llevándole una carta. Les queda muy poco tiempo de vida, y necesitaba hablar con él. Aún no tenía el final del libro, no conocía la historia macabra.

De regreso en los Estados Unidos, Capote visita molesto a Smith y le da un ultimátum. Quería saber toda la verdad de esa noche y no regresaría hasta que esté dispuesto a decírsela. Poco después Smith lo cita y le cuenta con exactitud de detalle lo que sucedió esa noche. Lo que Capote no se imaginaba, es que el mismo asesino de toda la familia le estuviera contando cómo se sintió al hacerlo. Con este relato él podría terminar el libro. Pero su relación con los convictos no terminaría ahí.



Luego de alejarse por un largo tiempo, y abrumado por la historia que debía contar. La noche de la pena de muerte llegó. El teléfono de su habitación de hotel sonaba y sonaba pero Capote se negaba a contestar. Cuando le pusieron el celular al oído, era Harper contándole la última carta de Smith. Decidió asistir a la cárcel para despedirse. Capote estaba destrozado, como cuando pierdes algo, la carga psicológica de la historia lo había consumido. Entre llanto, se despidieron los amigos. Y Capote asistió a la ejecución de Hickock y Smith concluyendo el último capítulo de la historia. El libro que mostraba la historia de la muerte y la vida fue muy aclamado. Truman Capote jamás olvidó a su amigo Perry Smith.



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